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Si hubiera que elegir algún factor determinante para la salud mental y la vida emocional futura de un ser humano, sin duda, entre los más importantes, estaría el tipo de apego afectivo que ha desarrollado en los primeros años de su infancia. - Mtra. Ana María Rodríguez

VÍNCULOS AFECTIVOS EN LAS FAMILIAS.

Mtra. Ana María Rodríguez Valtierra.

Si hubiera que elegir algún factor determinante para la salud mental y la vida emocional futura de un ser humano, sin duda, entre los más importantes, estaría el tipo de apego afectivo que ha desarrollado en los primeros años de su infancia.

Hablar de apego es hablar de un vínculo humano por excelencia, es tener en cuenta que el núcleo principal de cómo nos relacionamos con los demás en nuestra vida adulta se basa, en gran parte, en las experiencias vividas en los primeros años con las figuras parentales, y que esto condiciona las relaciones afectivas posteriores, de forma no determinante, pero sí muy probabilística.

Podríamos definir el apego como un vínculo afectivo que se forma con alguien especial, que persiste en el tiempo, que hace que se tienda a buscar la proximidad con esa figura y que es fácilmente observable en el primer año de vida de cualquier niño, en cualquier cultura.

La conducta que se observa en el apego no es exclusivamente humana, pero sí lo es el papel primordial que juega en la competencia autobiográfica afectiva futura, en cuanto a calidad de las relaciones interpersonales, autoestima, salud emocional e, incluso, en los vínculos afectivos con los hijos y el tipo de relación de pareja en la edad adulta.

 Este vínculo, que se genera en los primeros años de vida, tiene unas características especiales:

  • Es asimétrico, el adulto da y ofrece protección, mientras el niño lo busca (los vínculos entre adultos son más simétricos, ambas partes dan y ofrecen cuidados con reciprocidad)
  • Tiene un componente conductual, se busca claramente la proximidad física con la finalidad de obtener seguridad, un componente cognitivo o evaluación constante de la situación, incluida la figura de apego y un componente afectivo, ya que está lleno de emociones asociadas con esa evaluación, como alegría, enfado, ansiedad…

Existen determinantes del apego que juegan un papel relativo en la formación de vínculos afectivos, como el temperamento del niño; otros, sin embargo, como las características del cuidador y la continuidad en el tiempo son decisivos.

Para generar un vínculo de apego es necesario que haya tiempo compartido con una figura principal que debe ser estable; para que el tipo de vínculo sea sano, la madre o cuidador debe tener suficiente sensibilidad, tolerar la ansiedad, posibilitar la accesibilidad y no ser excesivamente intrusiva, de forma que no interprete tan rápidamente las manifestaciones del niño, que invalide su experiencia subjetiva.

Todas estas características favorecerían el desarrollo de apego seguro, como factor protector frente a la vulnerabilidad psíquica.

En nuestra práctica, es frecuente observar que algunos padres no permiten expresar a sus hijos dolor, soledad, hambre, o presionan al niño para que siempre esté contento, inhibiendo su expresión emocional.

Muy distinto sería el padre no intrusivo, generador de apego sano, que estaría habitualmente solo pensando en el niño en términos de pensamiento, sentimientos y deseos propios, éste organiza su vida psíquica progresivamente y adquiere la mentalización, es decir, gradualmente se da cuenta de sus sentimientos y pensamientos, cuando percibe que sus experiencias internas tienen sentido para alguien, con el cual tiene una relación continua y segura.

En esta interacción con el mundo exterior y a través de las respuestas y disponibilidad de las figuras de apego, va construyendo las representaciones mentales de sí mismo y de los demás; el apego seguro se relaciona con una imagen mental de los otros como sujetos en quienes se puede confiar, y con una imagen de uno mismo, como alguien que vale la pena y suscita el interés de los demás.

Los profesionales de la salud tenemos una falta de formación en aspectos básicos de la construcción del mundo psíquico y afectivo del ser humano, áreas que tampoco suelen formar parte de los programas de promoción y prevención de la salud mental.

Por eso, nos parece necesario darle un espacio a la teoría del apego y la formación del vínculo afectivo dentro de los tratamientos psicológicos que proporcionan las clínicas de atención a trastornos de personalidad y dependencia de sustancias, cuyo objetivo sea la reflexión de los vínculos entre los integrantes del sistema familiar. por ejemplo, sobre la posible influencia de los cambios en la crianza actual, para el desarrollo emocional futuro de los hijos.

Cambios como la escolarización muy precoz o el acceso al mundo laboral de ambos progenitores, que conllevan inevitablemente una reducción del tiempo de interacción de padres e hijos en los primeros años y la introducción precoz de diversos cuidadores.  

La tendencia bastante generalizada a interpretar rápidamente las emociones y demandas de los niños y adolescentes para solucionar de forma exprés, a veces muy intrusiva, cualquier malestar de los hijos, y por último, hechos que observamos frecuentemente, como la actitud de dimisión más o menos manifiesta de muchos padres, que delegan en los profesionales del ámbito de salud o educativo, la función de poner significado a lo que observan en sus hijos.

Un metaanálisis ha estudiado la relación entre los cuidados alternativos y el tipo de apego que los niños y adolescentes establecen con sus madres, encontrando que aquellos hijos que no eran cuidados exclusivamente por sus madres tenían más posibilidades de mostrar apegos inseguros. Otros estudios, sin embargo, cuestionan estos datos.

Lo cierto es que valorar la posible influencia de estos cambios en el vínculo afectivo generado entre padres e hijos, facilitará la comprensión y el tratamiento de pacientes con diversos trastornos de personalidad y consumo de sustancias psicoactivas.

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