Tener una imagen corporal que genere sentimientos negativos tenderá a favorecer la presencia de dietas restrictivas, ayunos prolongados, atracones, y conductas compensatorias. - Dra. Rosalía Rodríguez De Elías
IMAGEN CORPORAL Y TRASTORNOS ALIMENTARIOS: PRESIÓN SOCIAL EN EL REGRESO A CLASES.
Por. Dra. Rosalía Rodríguez de Elías
La imagen corporal es un concepto que incluye nuestras percepciones, afecto, actitudes y conductas con respecto al cuerpo, mismo que va cambiando a lo largo del ciclo vital, en función de la influencia de cambios físicos, enfermedades, maduración, etc. Sin embargo, no podemos dejar de lado que ésta recibe también impacto de factores socioeconómicos y culturales (Gómez Péresmitré, Saucedo y Unikel, 2001).
La relación existente entre la imagen corporal negativa y la sintomatología asociada a la conducta alimentaria patológica está ampliamente documentada (Stice, 2002; Stice, Marti & Durant, 2011; Stice & Van Ryzin, 2019). Es decir, tener una imagen corporal que genere sentimientos negativos tenderá a favorecer la presencia de dietas restrictivas, ayunos prolongados, atracones, y conductas compensatorias.
Considerando que el contexto actual de la pandemia producida por el virus SARS-CoV-2 representa, en general, elevados niveles de estrés, así como facilitadores de alteraciones en el estado de ánimo (p.ej. confinamiento, aislamiento), llegando inclusive a generar depresión y/o ansiedad, algunas personas han visto afectada su conducta alimentaria e imagen corporal (a causa de alteraciones en su peso y/o figura).
El regreso a la escuela representa, en estas condiciones, un reto en términos de prevención de trastornos de alimentación. Modelos etiológicos como el de la influencia tripartita (Van den Berg, Thompson, Obremski & Coovert, 2002; Keery, Van den Berg & Thompson, 2004), la teoría sociocultural (Thompson, Heinberg, Altabe & Tangleff-Dunn, 1999), así como el del camino doble (Stice, 2001) o el de las transiciones evolutivas (Levine & Smolak, 2000) contemplan la influencia de los pares (compañeros de escuela y/o amigos) significativa para
las personas vulnerables a desarrollar un trastorno de alimentación. Así, quienes presentan dicha vulnerabilidad estarían más sensibles a adoptar el ideal corporal delgado, elevar su insatisfacción corporal, así como desarrollar conductas inapropiadas en la intención de controlar la comida, exagerar con el ejercicio u otras prácticas no sanas (Stice, Nemeroff & Shaw, 1996).
Será importante observar con mayor precaución a los preadolescentes y adolescentes, ya que pudieran tener mayor susceptibilidad a la presión de los pares, debido a que en esta etapa la búsqueda de aceptación entre ellos favorece el que se adopten ideas y se realicen conductas que también practican otros miembros del grupo (Phares, Steinberg & Thompson, 2004).
En este sentido, no serían recomendables ni en casa ni en la escuela comentarios sobre la apariencia propia o de los otros, pláticas sobre dietas, ayunos ni restricciones. Por el contrario, mostrar empatía, consideración y apoyo social podrán ser elementos vitales que pueden disminuir el impacto de otros factores de riesgo para trastornos alimentarios (Stice, 2002).
REFERENCIAS
Gómez Peresmitré, G., Saucedo, T. & Unikel, S. (2001). Imagen corporal en los trastornos de la alimentación: La Psicología Social en el campo de la salud. En G. Gómez Peresmitré & N. Calleja (Comps.). La Psicología Social en México. México: Fondo de Cultura Económica.
Keery, H., Van den Berg, P., & Thompson, J. K. (2004). An evaluation of the Tripartite Influence Model of body dissatisfaction and eating disturbance with adolescent girls. Body Image, 1, 237–251.
Levine, M. & Smolak, L. (2000). Los medios de comunicación y los disturbios de la alimentación: Consecuencias en la prevención primaria. En W. Vandereycken & G. Noordenbos (Comps.), La prevención de los trastornos alimentarios. Un enfoque multidisciplinario. Barcelona: Granica.
Phares, V., Steinberg, A. R., & Thompson, J. K. (2004). Gender Differences in Peer and Parental Influences: Body Image Disturbance, Self-Worth, and Psychological Functioning in Preadolescent Children. Journal of Youth and Adolescence, 33(5), 421–429.
Thompson, J.K., Heinberg, M.A., Altabe, M., & Tantleff-Dunn, S. (1999). Exacting beauty: Theory, assessment, and treatment of body image disturbance. Washington, DC: American Psychological Association.
Stice, E. (2001). A prospective test of the dual pathway model of bulimic pathology: mediating effects of dieting and negative affect. Journal of Abnormal Psychology, 110, 124-135.
Stice, E. (2002). Risk and maintenance factors for eating pathology: A meta-analytic review. Psychological Bulletin, 128 (5), 825-848.
Stice, E., Marti, C.N., & Durant, S. (2011). Risk factors for onset of eating disorders: Evidence of multiple risk pathways from an 8-year prospective study. Behavior Research and Therapy Journal, 49(10), 622-627.
Stice, E., Nemeroff, C. & Shaw, H. (1996). A test of the dual pathway model of bulimia nervosa: evidence for restrained-eating and affect-regulation mechanisms. Journal of Social and Clinical Psychology, 15, 340-363.
Stice, E. & Van Ryzin, M. (2019). A prospective test of the temporal sequencing of risk factor emergence in the dual pathway model of eating disorders. Journal of Abnormal Psychology, 128(2), 119-128.
Van den Berg, P., Thompson, J. K., Obremski-Brandon, K. & Coovert, M. (2002). The tripartite influence model of body image and eating disturbance. A covariance structure modeling investigation testing the mediational role of appearance comparison. Journal of Psychosomatic Research, 53, 1007-1020.
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