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Los problemas de salud mental y la incidencia o exacerbación de trastornos mentales en forma aguda o de crisis dependerá de la magnitud de la pandemia, del grado de vulnerabilidad de la población, de la respuesta de los servicios de salud, y de las características individuales de afrontamiento y resiliencia de las personas afectadas por la emergencia; además, el temor de contagiar o ser contagiado agrava la situación.

RECOMENDACIONES EN SALUD MENTAL Y ADICCIONES PARA EL APOYO PSICOSOCIAL DURANTE LA PANDEMIA POR COVID-19 EN MÉXICO

Por Mtra. Ana María Rodríguez

En eventos críticos de cualquier orden (desastres, emergencias humanitarias y crisis epidemiológicas), donde se pone en riesgo la salud y la vida de la población, el impacto generado es múltiple. La amenaza a la seguridad y al funcionamiento normal del individuo y su comunidad se expresa, en más del 80% de las personas, con un incremento de síntomas que podrían afectar su salud mental como la angustia, el miedo e incluso, el pánico y el terror (OMS, 2016).

Los problemas de salud mental y la incidencia o exacerbación de trastornos mentales en forma aguda o de crisis dependerá de la magnitud de la pandemia, del grado de vulnerabilidad de la población, de la respuesta de los servicios de salud, y de las características individuales de afrontamiento y resiliencia de las personas afectadas por la emergencia; además, el temor de contagiar o ser contagiado agrava la situación.

En las crisis epidemiológicas, se incrementa el riesgo de problemas de salud mental a causa de las medidas de aislamiento, restricción de movilidad y disminución en el contacto físico directo. Las personas que pasan tiempo en aislamiento pueden mostrar síntomas de depresión grave y síntomas relacionados con el estrés postraumático hasta 3 años después (Brooks et al, 2020). La separación de los seres queridos, la pérdida de la libertad, la incertidumbre sobre el estado de la enfermedad y el aburrimiento; pueden causar efectos psicológicos adversos, conductas de evitación, de confusión, de frustración y de enojo; incluidos los síntomas de estrés postraumático que podrían escalar hasta el suicidio; de hecho, algunos investigadores han sugerido que, a mayor duración de la cuarentena, se intensifican los temores, mismos que pueden provocar efectos negativos duraderos. (Brooks, 2020). Por todo esto, es importante apelar a la participación social activa y recordar a la población que es un esfuerzo individual solidario, beneficia a la colectividad.

REACCIONES PSICOLÓGICAS Y PSICOSOCIALES EN UNA CRISIS

Antes, durante y después de una pandemia como la de la COVID-19, las personas pueden experimentar una amplia variedad de emociones que podrían interferir o ayudar en la cooperación para el cuidado de su salud. La importancia de reconocer esas respuestas emocionales determina la forma en que actuarán como consecuencia.

Según la experiencia documentada se reconoce que, en situaciones de epidemias, se pueden presentar las siguientes manifestaciones psicológicas y psicosociales en la población (OPS/OMS, 2016).

  •  Según las tres “F” (en inglés) de Walter Cannon: huida (Flight), lucha (Fight), y parálisis (Freeze). Huir de la amenaza, es buscar salir corriendo de la situación, pero, si huir no es una opción o está agotada como estrategia, se activa la respuesta de lucha o confrontación de la amenaza y en un tercer plano, se activa la reacción de parálisis, en donde las personas pueden sentir que la situación las tiene atrapadas y no pueden hacer nada.
  •  El procesamiento de información en contextos de alto estrés se torna muy simple y básico, el sistema de memoria falla y la capacidad de razonamiento se ve ligada a la sobrevivencia, por esto las personas tienden a perder parte de los mensajes, no pueden procesar toda la información que requieren atender.
  •  Es normal experimentar ansiedad, tensión, inseguridad y vigilancia obsesiva de los síntomas de la enfermedad.
  •  El enojo, la irritabilidad y la indignación; son emociones que derivan de una percepción disímil del riesgo: algunas personas actuarán desmedidamente y pedirán que las autoridades y el personal de salud actúen de acuerdo con dichas emociones y, otras personas que negarán o minimizarán el riesgo.
  •  Miedos, sentimientos de abandono y vulnerabilidad.
  •  Necesidad de supervivencia.
  •  Liderazgos espontáneos (positivos o negativos).
  •  Aparición de conductas que pueden oscilar entre: heroicas o mezquinas; violentas o pasivas; solidarias o egoístas.
  •  Ansiedad, depresión, duelos, estrés agudo, crisis emocionales y de pánico, reacciones colectivas de agitación, descompensación de trastornos psíquicos preexistentes, trastornos somáticos de origen psíquico.
  •  Miedo a nuevas epidemias.
  •  Conductas agresivas y de protesta contra autoridades e instituciones con actos de rebeldía y/o delincuenciales.
  •  Incremento en el consumo y/o abuso de tabaco, alcohol y otras sustancias psicoactivas.
  •  Incremento en los casos, la frecuencia y la gravedad de la violencia intrafamiliar hacia grupos vulnerables, especialmente mujeres, niños, niñas y adolescentes, personas de la tercera edad y/o individuos con alguna discapacidad.

Personas con trastornos mentales incluyendo el consumo de sustancias psicoactivas.

Las unidades de atención a la salud mental y las adicciones; Centros Integrales de Salud Mental (CISAME), Centros Comunitarios de Salud Mental (CECOSAM), Hospitales Psiquiátricos y Unidades de Especialidades Médicas en Centros de Atención Primaria en Adicciones (UNEME-CAPA); han considerado un plan de continuidad de la atención con base en la reducción de la movilidad, de la disponibilidad del personal de salud y de la concentración de los usuarios. Esto conlleva a una reorganización de la logística en la consulta externa de los servicios de salud mental y a una reprogramación de citas de algunos servicios, además de la continuidad de la expedición de recetas médicas según las capacidades de cada unidad, junto con el ofrecimiento de la atención en crisis de manera virtual (telefónica o web); todo esto sin la suspensión de los servicios esenciales como las urgencias y las hospitalizaciones psiquiátricas.

Otorgamiento de la Atención Continúa en Salud Mental y Adicciones.

En las emergencias, las manifestaciones emocionales y los trastornos mentales preexistentes pueden agudizarse. Las personas que tienen trastornos mentales y/o dependencia a una sustancia, presentan una especial vulnerabilidad durante las emergencias por lo que los servicios deben estar disponibles en la medida de lo posible.

Durante las contingencias sanitaras, se recomienda:

  •  Brindar atención en salud mental y adicciones en las unidades médicas de los tres niveles de atención de acuerdo con el Plan de Continuidad de cada instancia.
  •  Otorgar atención continua en servicios de urgencias y de hospitalización en los hospitales psiquiátricos de cada entidad federativa.

Las personas que consumen sustancias psicoactivas pueden enfrentar mayores riesgos que la población general y, por lo tanto, deben conocer los consejos adecuados para reducir el riesgo de infección. La prevalencia de la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) y del asma son altas entre los usuarios de sustancias psicoactivas, tal es el caso de los fumadores de heroína o de crack cuya conducta adictiva podría ser un agravante de la infección por COVID-19. Aunado a esto, el hecho de que el virus se propague a través de gotitas respiratorias que se liberan cuando se habla, se tose o se estornuda, de artículos compartidos como tenedores y anteojos o implementos para el consumo de sustancias, como vapeadores, pipas y bongs; puede favorecer que se contraiga el virus pues estos artículos fácilmente entran en contacto con ojos, nariz y boca. Por tales razones, este virus es un peligro grave para quienes vapean, fuman tabaco o marihuana, por el potencial daño que pueden ocasionar a los pulmones ya de por sí afectados por dichas sustancias. De igual manera, existe una alta incidencia de enfermedades cardiovasculares entre los pacientes que se inyectan sustancias psicoactivas (metanfetamina, cocaína, opioides), lo que representa un agravante en caso de contraer COVID-19 dadas las alteraciones respiratorias que de por sí generan las sustancias. Por otro lado, en situaciones de emergencia como una pandemia, el consumo de alcohol y otras sustancias psicoactivas, implica un riesgo potenciado para la salud física y mental, debido a que se complejiza porque, a menudo conlleva situaciones de violencia, de autolesiones e incluso de conducta suicida.

Recomendaciones complementarias para personas con trastornos mentales incluyendo consumo de sustancias:

  •  Presentar claramente las acciones de la Jornada Nacional de Sana Distancia, para contribuir a la justa dimensión evitando exageración o la evitación de las medidas de prevención (lavado de manos, distanciamiento social, etc.), contribuyendo a que el riesgo de daño disminuya. Tal sería el caso de pacientes con Trastorno Obsesivo Compulsivo, Trastornos del Espectro de la Esquizofrenia, Trastornos del Espectro Autista, personas con riesgo suicida, entre otros.
  •  Brindar información oficial y verificada sobre el COVID-19, los riesgos asociados a la enfermedad, la importancia de guardar la Sana Distancia y la disponibilidad de los servicios. Además, hay que informar a estas personas sobre los posibles efectos estresantes y la manera de enfrentarlos, así como consejos para mantenerse a salvo en su vivienda. Otro punto importante, aunque genere resistencia, es solicitar a la población que anteponga las necesidades individuales a las de la comunidad con la intención de sensibilizarlos respecto al beneficio de acciones comunitarias. Recomendar limitar la exposición excesiva a la información sobre el coronavirus. Para cuidar a sus seres queridos. Referirse a las personas como «personas con COVID-19», o «personas que están siendo tratadas por COVID-19» o «personas que se están recuperando de COVID- 19» y no como «caso de COVID-19», «víctima», «familia con COVID-19″, “enfermo», puesto que, después de recuperarse de la enfermedad, su vida laboral, familiar, de pareja, etc., continuará regularmente y se evitará estigmatizarlos o victimizarlos.
  •  Utilizar información apropiada según la edad de las personas, (infancias, adolescencias, juventudes, adultez y personas adultas mayores), de esta manera se involucra a la persona en el alivio de su propio malestar. Comunicar con un lenguaje adecuado a la edad posibilita que la sana distancia se entienda como una acción de autocuidado y cuidado de los seres queridos y no como una experiencia de rechazo.
  •  Fomentar el autocuidado y el acceso a suministros básicos como alimentos, agua y suministros médicos para no descuidar la continuidad del tratamiento psiquiátrico. Además, identificar y realizar actividades que las personas encuentren saludables, que disfruten y que sean relajantes; como hacer ejercicio, implementar rutinas regulares de descanso y comer de forma balanceada.
  •  Fomentar la consideración de las unidades de atención a la salud mental y adicciones en el plan de continuidad, la expedición de recetas médicas y, en caso de ser posible, el otorgamiento de la atención virtual en crisis (telefónica o web), contribuye a disminuir el estrés y ayuda a tener el control en caso de emergencias. En caso de que las capacidades no lo permitan, es importante realizar un mapeo de los servicios de información y atención a distancia que se encuentren disponibles a nivel federal, estatal o municipal.
  •  Informar sobre los servicios de urgencias para la atención de la salud mental y, tener presente que, en caso de experimentar alguna exacerbación, reaparición o empeoramiento de los síntomas del algún trastorno mental o, si existen pensamientos de dañarse a sí mismo o a los demás, se debe contactar a los servicios de urgencias correspondientes.
  •  Apelar a la participación social activa, para recordar a la población que la Jornada Nacional de Sana Distancia, el Quédate en Casa y las acciones de autocuidado; son un esfuerzo solidario que beneficia a la colectividad y que con contribuyen a mantener a otras personas seguras, incluidas aquellas particularmente vulnerables como los mayores de 60 años, las embarazadas, las personas con afecciones médicas graves preexistentes, entre otras.
  •  Reducir el aburrimiento y mejorar la comunicación. Proporcionar consejos prácticos sobre técnicas remotas de administración de tiempo para evitar el aburrimiento, técnicas de manejo del estrés y opciones de activación de las redes sociales; es una prioridad ya que el vínculo con otras personas favorece el bienestar mental y su privación se asocia con la aparición de ansiedad y angustia a largo plazo. En caso de que las actividades sean presenciales, se debe advertir de los riesgos y las medidas de cuidado.
  •  Seguir los protocolos de atención específica (o guías clínicas) para el tratamiento y atención de los trastornos mentales y continuar con las intervenciones que hasta el momento se han seguido, aún en presencia de la enfermedad infecciosa.
  • Reforzar la adherencia al tratamiento farmacológico, en aquellas personas cuyo diagnóstico les requiera de un tratamiento farmacológico ya sea agudo o de mantenimiento. Enfatizar que la suspensión abrupta del tratamiento farmacológico coloca a las personas en riesgo de recaídas y/o exacerbación de la sintomatología psiquiátrica.
  •  Usar el medicamento prescrito por el especialista, y evitar el uso indiscriminado de los mismos y por largos periodos en el caso de las benzodiacepinas, pues tienen efectos secundarios importantes y generan dependencia. La hospitalización, por lo general, se indica en casos de gravedad y de riesgo inminente para el paciente o para las personas a su alrededor; pero, la mayoría de los casos puede y debe atenderse ambulatoriamente luego de lo cual el paciente debe regresar a su contexto familiar y comunitario; pues es la comunidad el escenario fundamental donde se activa la recuperación psicosocial de las personas después de eventos traumáticos importantes. (OMS/OPS, 2016).
  •  Reforzar los programas de reducción de daños para atender a las personas que consumen sustancias. Al utilizar estos programas, si bien no se cura al paciente, si se contribuye a disminuir las afectaciones asociadas al consumo de sustancias; por ejemplo, el evitar compartir cigarros, vapeadores o pipas; disminuye el riesgo de contagio, porque se evita el intercambio de saliva. La prevalencia de la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) y del asma son altas en usuarios de sustancias psicoactivas lo que representa una agravante para la infección por COVID-19. También, disminuir el consumo de alcohol y de otras sustancias psicoactivas, decrementa el riesgo de enfermedades físicas y mentales, así como de situaciones de violencia.

Referencia oportuna a los servicios especializados. Los criterios para la canalización a servicios especializados (servicios de urgencias psiquiatricas y/o hospitalización) son:

  •  Presencia de síntomas persistentes y/o agravados que no se han aliviado con las medidas iniciales, ni a través de las intervenciones a distancia (telefónica o en línea).
  •  Exacerbación de síntomas en caso de padecimiento psiquiátrico (depresión severa y/o ansiedad, manía, psicósis, trastorno obsesivo compulsivo y del espectro, trastorno por estrés postraumático, entre otros) con o sin tratamiento que requiera nueva valoración y ajuste de medicamentos.
  •  Presencia de dificultades marcadas en la vida familiar, laboral o social.
  •  Aparición de síntomas psicóticos, de episodios de manía, de agitación psicomotriz severa, de autolesiones, de ideación o conducta suicida.
  •  Consumo problemático de sustancias psicoactivas, así como de alcohol y/o tabaco.

Recomendaciones para Centros Residenciales de tratamiento de las adicciones

Los centros de tratamiento en adicciones con modalidad de atención residencial están dirigidos a usuarios de sustancias psicoactivas que presentan indicadores de dependencia severa y que requieren estar aislados del contexto sociocultural con la finalidad de interrumpir el consumo y aprender habilidades de afrontamiento, así como la reestructuración de funciones cerebrales, cognitivas, sociales, entre otras. La estancia de los usuarios en estos centros es, en promedio de 1 o 3 meses,  de no estar ahí, se vuelven una población vulnerable ante la pandemia del COVID-19

BIBLIOGRAFÍA

  • Brooks, S.K., Webster, R.K., Smith, L.E., Brooks Woodland, L., Wessely, S., Greenberg, N. and Rubin, G.J., 2020. The psychological impact of quarantine and how to reduce it: rapid review of the evidence. The Lancet. 395, 912-20. DOI https://doi.org/10.1016/S0140-6736 (20)30460-8
  • Baker, T.E. (2012). Burnout. In CR Figley (Ed.) Encyclopedia of Trauma. Sage Publications
  • Godin, Mélissa (18/03/2020). As Cities Around the World Go on Lockdown, Victims of Domestic Violence Look For A Way Out, en TIME version digital
  • https://time.com/5803887/coronavirus-domestic-violence-victims/
  • Pearlman, L.A. (2012). Vicarious Trauma. In CR Figley (Ed.) Encyclopedia of Trauma. Sage Publications. Epidemias. OMS-OPS. Washington DC, 2016. https://www.paho.org/disasters/index.php?option=com_docman&view=download&cat egory_slug=informes-tecnicos&alias=2539-proteccion-salud-mental-atencion- psicosocial-situaciones-epidemias-2016-539&Itemid=1179&lang=en
  • Psychological First Aid during Ebola Virus Disease Outbreaks. WHO-CBM-World Vision, UNICEF. Geneva, 2014. http://www.who.int/mental_health/emergencies/psychological_first_aid_ebola_manu al/en/ OMS (2020). Consideraciones de salud mental durante el brote de COVID19. Recuperado en https://www.dropbox.com/s/s6bqgl4954re9ny/Consideraciones%20de%20salud%20m ental%20durante%20el%20brote%20de%20Covid%2019.pdf?dl=0 SEP (2016). Qué es la participación social. https://www.gob.mx/sep/acciones-y- programas/que-es-la-participacion-social

 

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