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En todos los casos de dependencia al alcohol u otras drogas que he visto, hay un dolor profundo que surge del trauma. La adicción es el intento inconsciente de la persona de escapar del dolor psíquico insoportable. - René Solórzano

LAS RAÍCES DE LA ADICCIÓN

Por René Solórzano

En los más de 25 años que trabajo en adicciones, y años más como protagonista de mi propia experiencia, desde aquel modesto espacio de consultoría en el centro de la ciudad, he venido notando y observando que las personas con trastornos por uso de sustancias, y algunos otros trastornos de orden mental, qué en algún momento llegaron en busca de ayuda; agotados, pensando que eran unos perdedores, mediocres, malos hijos, padres irresponsables, despreciados por la sociedad y considerados la escoria; pensaron que solo eran unos drogadictos o borrachos irredentos y no sabían por qué. No se daban cuenta que estaban usando la adicción, para calmar un dolor profundo que estaba enraizado en un trauma. 

En todos los casos de dependencia al alcohol u otras drogas que he visto, hay un dolor profundo que surge del trauma. La adicción es el intento inconsciente de la persona de escapar del dolor psíquico insoportable. Generalmente contaban en sus historias de vida con infancias muy difíciles donde sobrevivían reprimiendo sus emociones, y justo la represión de las emociones, estaba ligada al desarrollo de la enfermedad, porqué habían obedecido a una regla familiar no escrita pero sí manifiesta qué se caracteriza por: no hablar, no confiar y no sentir. Pero lo más interesante, es que ellos no sabían de la importancia del trauma en su comportamiento al consumir drogas o en sus conductas disruptivas y en muchos casos antisociales. No entendían por qué como adultos estaban atrapados en creencias autodestructivas y limitantes que dañaban de manera directa a los que decían que más querían e indirectamente a un gran número de personas. Lo cierto es que ahí estaban: la ansiedad, angustia, mucho enojo, temores, lástima de sí mismos, celos, culpas, vergüenza tóxica, tristeza, deseos de venganza, necesidad de reconocimiento, baja tolerancia a la frustración, baja autoestima, soberbia y un gran resentimiento contra todo y contra todos. No sabían que había traumas, nadie se los había señalado alguna vez. No asociaban, ni identificaban que tenía que ver el dolor de la infancia con su dependencia a las drogas.

En el mejor de los casos fueron individuos que vinieron al mundo como hijos deseados y que recibieron todo el cariño y el apoyo de sus progenitores; niños que no se preocupaban por el mañana, no lamentaban el ayer, no existían creencias, ni juicios frustrantes acerca de la vida; individuos con un gran potencial. Sin embargo, fueron niños que en algún momento dejaron de sonreír por decirlo de alguna manera. Niños que fueron cruelmente lastimados.

La infancia, la etapa de arranque en la vida de una persona, que es tan intensa pero tan vulnerable. Las vivencias de la niñez tienen un peso decisivo en la formación de la personalidad del individuo, en la forma de pensar, sentir, y de actuar especialmente en el adicto.

Podemos hacer una larga lista te traumas infantiles tales como: violencia intrafamiliar, abuso sexual, una familia desestructurada, abandono, divorcio o ruptura de la pareja, duelos ante la pérdida de un ser querido, discriminación, pobreza extrema, enfermedades y muchos más que he visto. Lamentablemente son lesiones psicológicas qué dañan profundamente al individuo, daños emocionales muy fuertes, que marcan sensiblemente la personalidad y que buscan aliviarse mediante el consumo de drogas o a través de conductas obsesivo-compulsivas. Esto no es una teoría, es una triste realidad a la cual nos enfrentamos día a día. El trauma no es nuestra culpa, pero sanarnos es nuestra responsabilidad y nuestro derecho. Lo que nos haya sucedido forma parte de nuestras vidas, pero no nos define.

Para terminar, retomo algo que encontré por ahí y que me gusta parafrasear:

Nuestra sociedad pasa mucho tiempo mirando y tratando el problema por las ramas, porqué es más fácil, significa que no tenemos que hacer las preguntas más profundas, ó no sabemos preguntar. Es hora de que empecemos a cavar más profundo.

Es hora de que descubramos las raíces, no importa cuán terribles y dolorosas sean, nos sentaremos con ellos con compasión y descubriremos de qué se trata; no importa cuán temibles y confrontativos sean.

Desarrollar comprensión y compasión hacia la forma en que el trauma afecta nuestras reacciones a eventos o circunstancias ahora es una parte importante de esa curación.

René Solórzano 

Director terapéutico

Instalando sueños, salvando vidas

 

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